Cada vez es más habitual ver productos cosméticos a la venta en las farmacias; y muchas veces, dentro de la gama de cosmética de las farmacias se ofrecen marcas que se anuncian como cosmética natural. ¿pero es natural toda la cosmética que se vende cómo tal?
No hace mucho, mientas conversaba con la dueña de una farmacia que vende bastantes productos naturales, vi que tenían en una estantería el aceite de una famosa marca, que lleva el término “Bio” en su nombre, pero que no es bio, es decir, no es ecológico, biológico, orgánico, bio ni eco, todo ellos términos similares y dotados de significado propio. El producto no es ni siquiera natural, porque su principal ingrediente, el que está en primer lugar en la lista de ingredientes de su etiqueta, es Paraffinum Liquidum. Le pregunté: “Pero ¿cómo vendéis esto?” y me respondió: “Porque la gente lo pide; se creen que es un producto muy bueno, por la publicidad”
Esta es una opción, vender lo que la gente pida, lo que más se anuncia y más se conoce, y otra opción es distinguirse de otro tipo de establecimientos, y vender cosmética natural auténtica.
Al no estar reguladas por ley la definición ni la certificación de la cosmética natural ni ecológica, los consumidores están expuestos a una gran diversidad de mensajes y reclamaciones a, veces contradictorios, e incluso, para las personas claramente interesadas en consumir productos naturales, es difícil a veces saber a qué atenerse. En este escenario, las farmacias podrían jugar un papel relevante en la difusión y el conocimiento por parte de los consumidores de lo que es la cosmética natural auténtica, lo que les supondría una clara oportunidad de negocio.
Creo que esta sería una gran oportunidad para las farmacias porque el público en general considera que lo que se vende en farmacias es más fiable y además hay la costumbre de preguntar y pedir consejo a los farmacéuticos sobre todo tipo de cuestiones. Es lógico, teniendo en cuenta que en las farmacias hay personal cualificado atendiendo al público, al contrario de lo que sucede normalmente en otros establecimientos como supermercados y droguerías, por ejemplo.
Lo que no es tan sencillo es definir, y decidir ¿a qué se puede considerar cosmética natural?
Lo más sencillo sería seleccionar solamente productos cosméticos certificados, y certificados por certificadoras profesionales y según normas reconocidas. Es que, en medio de este mercado no regulado, también hay sellos y avales dados por particulares, por asociaciones, etc. que no aportan las garantías que aporta una certificación profesional.
Hay mucho trabajo detrás de las principales normas de cosmética y de sus certificaciones, como: decidir, con base técnica, cuales son los criterios para la aprobación o prohibición de los ingredientes, que documentación hay que pedir para decidir si un ingrediente cumple con las Norma, como hay que hacer la revisión de fórmulas y etiquetas para comprobar que todo está correcto antes de que el producto salga al mercado, como se hacen las inspecciones, que irregularidades tiene que cometer una empresa certificada para que se le retire la certificación, etc.
Al no haber un reglamento oficial para la cosmética natural, hay ciertas diferencias entre unas normas privadas y otras, y el cálculo del % de ingredientes ecológicos no se hace de la misma manera en todas las normas, pero los criterios y principios básicos sí son los mismos, y si la certificación la lleva a cabo una certificadora profesional, también sabremos que el modo de hacer el trabajo y tomar las decisiones será bastantes similar, pues éstas, a su vez, están supervisadas por una entidad de acreditación y trabajan de acuerdo a las normas de calidad establecidas para certificadoras.
De esta manera, por ejemplo: si un producto cosmético certificado contiene un ingrediente identificado como “ecológico”, sabemos que su entidad de certificación ha comprobado que ese ingrediente cuenta con un certificado que indica que se ha producido según el reglamento para la producción ecológica. O, por ejemplo, si contiene propanediol u otro de los muchos ingredientes que con el mismo nombre INCI pueden ser de origen vegetal o petroquímico, sabremos que se ha comprobado que es vegetal, que no es transgénico y que se conoce su método de obtención, entre otros requisitos.
Las farmacias, como el referente de información fiable que son para muchos consumidores, además de vender cosmética certificada, también sería interesante que se informaran más sobre el significado de las certificaciones y que conocieran las normas que siguen los productos que venden. Pueden informarse consultando las webs o las distintas publicaciones disponibles y/o consultando directamente con las entidades de certificación y con las organizaciones que publican normas de cosmética para informarse.
(Una aclaración: a veces el organismo que elabora la norma de cosmética y el que certifica es el mismo, pero en cosmética es frecuente que estas dos funciones vayan por separado)
Las farmacias también pueden elaborar sus propios productos de cosmética sin necesidad de presentar una declaración responsable a la AEMPS si los productos están destinados a la venta en la propia farmacia. En este caso, la farmacia está en una posición privilegiada para elegir lo que quiere ofrecer a sus clientes, y para ofrecerles toda la información que le requieran.
Se puede producir cosmética propia que no sea natural, pero, si seguimos explorando la opción de que sea una farmacia que quiera distinguirse por vender cosmética natural, vemos que puede elegir sus propios criterios, y explicarlos a los clientes si se lo requieren.
Hay otros ingredientes, sobre los que puede haber opiniones diversas, pero que las normas de cosmética natural normalmente no aprueban; por ejemplo: las vitaminas sintéticas retinol o pantenol. Si una farmacia que formule sus propios productos tiene una opinión favorable sobre estos ingredientes, puede utilizaros y explicar por qué lo hace a quien se lo pregunte; que no sería lo mismo que vender un producto cosmético que le ha traído un distribuidor, pero del que no sabe nada sobre cómo se ha hecho y que se vende como “Organic retinol”, que es un ingrediente, que, admitido o no, no puede ser orgánico en ningún caso.
Las farmacias que elaboran sus propios productos cosméticos también pueden certificarlos. La certificación es un proceso, no muy rápido pues hay muchos aspectos que supervisar, y a menudo hay que hacer rectificaciones en las fórmulas de los productos o en el modo de producirlos para llegar al final del proceso y obtener el certificado. Es un proceso en el que se aprende mucho, no solo por la información que puede aportar la certificadora, sino también por lo que se va dando cuenta uno mismo al pasar por este proceso. Por eso, para alguien que tiene la facultad de informar de primera mano a sus clientes, es una herramienta muy útil.
Como conclusión podemos decir que, certificada o no, propia o producida por otros, parece una opción interesante para las farmacias que venden cosmética, que se distingan vendiendo cosmética natural con criterio.
Nuria Alonso. Responsable Certificación BioVidaSana